Mezcla cartón con madera de forma equitativa. La preparación es muy simple. Colocamos el tablero en el centro de la mesa y mezclamos las doce losetas de edificios y las colocamos en los espacios marcados con flores de colores. Un edificio por flor. Hacemos lo mismo con las losetas de personajes y los colocamos en el tablero en los espacios amrcados con una estrella.
Los jugadores toman el papel de maestros de obras, que cuentan con seis trabajadores, recursos y algo de dinero. Éstos serán los encargados de hacer crecer la ciudad y de ir construyendo al castillo a lo largo de las rondas. El juego contiene un tablero que representa la ciudad donde vamos a ir colocando nuestros trabajadores para ir aumentando el pueblo e ir haciendo crecer el castillo.
Todo estaba preparado. Los maestros constructores ansiosos para empezar las construcciones y ganarse el prestigio y los favores reales de Felipe IV. Rojo y azul empezaban su andadura tanteando un poco a ver qué estrategia iba a emplear cada uno. El principio fue lento y más de recaudación de bienes que de buscar ampliar castillo. Se estaban estudiando.
Para empezar vemos que el tamaño de la caja no es muy grande. Lo suficiente para que quepa todo el material que necesitamos para jugar, que no es poco. Una vez abrimos, nos damos cuenta de la gran cantidad de madera y cartón que contiene nuestro juego. Además, la calidad del material es igual que la que teníamos en el juego clásico: bastante buena.
La partida empezó con la clásica disputa de qué color llevaba quién. Varios de nosotros son fans del color rojo y eso conlleva alguna pequeña discusión graciosa. El juego consiste en ir colocando a nuestros trabajadores al lado de losetas de selva para ir haciendo las acciones que tienen en ellas. A la vez eso nos sirve para ir descubriendo más losetas e ir ampliando las posibilidades de ingreso.
Los intrépidos exploradores verdes empezaron muy veloces y rápidamente se consiguieron ubicar dos de ellos en una barca para zarpar lo antes posible de estas tierras inseguras. Mientras tanto los rojos y los amarillos trazaban planes a largo plazo para no ser devorados a las primeras de cambio. A medida que la isla iba inundándose, y las terribles criaturas marinas aparecían, los exploradores empezaron a sentir en sus carnes la crueldad del mar.