Este juego me parece uno de los mejores familiares que he jugado últimamente. Es muy agradable de jugar, cada jugador está en su reino, y casi siempre está uno más pendiente de lo suyo que de los demás. Cuando estés familiarizado (a los pocos turnos) con el juego ya jugarás mirando de reojo qué les hace falta a tus rivales, y es que la interacción del juego está en coger losetas con las que puedes hacer mucha pupa.
Tiene, ante todo, unos componentes diferentes. No entro (aún) en si son buenos o malos, digo que los componentes del juego te dejan picueto. En primer lugar, por el tamaño... Cuando encargué este juego y fui a recogerlo a casa de un amigo me esperaba una caja pequeñita; estamos ante la caja comercializada más pequeña que he visto por ahora en la afición.
Un filler de los de encadenar varias partidas seguidas, y con una complejidad de las que lo explicas en medio minuto. Componentes de excelentísima calidad. No olvidéis que se trata de un chorrijuego de escasísimos componentes (cartas y unos mini-tokens de cartón para la puntuación), pero aún así se agradecen que sean de tan buena calidad.
Los jugadores son buscadores de oro, buscando fortuna en el salvaje oeste. En cada turno se subastan concesiones mineras (asociadas a cinco ciudades diferentes). Los jugadores podrán poco a poco convertirse en alcaldes de esas ciudades, también en propietarios de bares, salteadores de caminos,... Al final de la partida, el jugador con mayor influencia, las mejores minas y con más dinero gana.
Tampoco es que el juego traiga muchos componentes. En la cuadrangular caja va a haber incluso aire, pero se lo perdonaremos porque en este juego la caja se usa como tablero, como veremos ahora a continuación. También vendrán setenta y dos cartas, ocho monstruos de cartón y sus respectivas peanas, seis dados, y algunos tokens de cartón para representar el track de ronda y algunos poderes especiales de los monstruos.
Los componentes son en general de muy buena factura, y se agradece, pues es un juego realmente de pocos componentes. Así que más mérito lucir tan bien en mesa con lo poquito que trae la caja. Los jugadores hacemos de buscatesoros que van viajando (y saqueando) por diferentes mundos o planetas, como te dé más coraje.
Además de las mágicas ilustraciones (que en mi opinión embellecen al juego) todos los componentes son de una calidad sobresaliente. Buenas cartas, buenos cartones/losetas, buen tablero, y figuras de plástico todas bonitas e innecesarias. De ahí lo de la sobreproducción: el juego se podría jugar con cubitos de madera de colores en lugar de incluir figuras de plástico.
Los componentes siguen la misma estela que el juego base. Es decir, muy buena calidad. Lo de la caja sí duele mientras más lo piensas. Es que es tan sólo un poco más pequeña que la del juego base. Tienen la misma altura y fondo. De tema para esta expansión nos han querido decir que la carrera de camellos se ha hecho cada vez más popular.
Los componentes son buenos, y escasos; el juego únicamente se compone de ciento diez cartas (de diversos tipos obviamente) y cincuenta cubitos para usarse como contadores de vida, y que son de plástico. Más de un eurogamer se habrá echado las manos a la cabeza al no ser de madera. Yo en general prefiero la madera, pero en mi opinión no desentonan en absoluto.
El juego es un abstracto como un castillo de grande. No obstante, es de esos juegos al que (en mi opinión, claro está) han tenido todo el arte del mundo escogiéndole un tema, ya que genera buen cachondeo, o al menos eso ha pasado en las partidas que le he jugado. En resumen, me parece una buena adquisición. Triunfará sí o sí cuando se juegue con un público joven.
Muy buena calidad la verdad. El juego viene en una caja cuadrada. Y sí, con bastante aire. En cuanto a los componentes, son un tablero cuadrangular bien grandote, cubitos de madera en cinco colores (y no los habituales), tokens de cartón de diferentes formas y colores, y cartas de dos tipos. Es un juego de mayorías y control de áreas.
Estamos ante un juego de pocos, muy pocos componentes. Éstos son: una baraja de sesenta cartas, dividida en cuatro palos (diamantes, corazones, tréboles y picas), ciento diez diamantes blancos, veinticinco diamantes rojos, seis pantallas (una para cada jugador), seis cartas de ayuda (una para cada jugador) y el manual de reglas.
Desde luego que sí que consigue crear una atmósfera totalmente diferente a lo anterior visto. Esta vez te vienen en una incomodísima caja (viva el aire) rectangular de cartón duro, en lugar de las habituales y pequeñas cajitas de cartón fino. Totalmente innecesaria esta caja. El estilo del nuevo ilustrador queda más que patente.
Muy buena calidad, algo que se disfruta pero que obviamente ha encarecido el precio del juego. Cabe decir que la caja trae cuantioso aire, realmente es de esos que cabría en una cajita mucho más pequeña, ya que el juego, en materiales, sólo se compone de un mazo de cartas, diez pequeños cartones gruesos, y los tazos, el componente estrella del juego.
Para mí es el típico juego que, una vez palpados los componentes, piensas "debe valer X", y después te sorprendes gratamente al comprobar que vale unos cuantos euros menos. Volviendo a los componentes: un tablero rectangular; moneditas de cartón, cinco dados de colores, los carismáticos camellos,... Aunque el componente estrella del juego no es otro que el de la pirámide.
Al abrir la caja (de tamaño cuadrangular) nos encontramos con un tablero (impreso a doble cara, es decir, dos mapas), un montón de losetas dobles, y las carismáticas pagodas; templos que cada jugador intentará colocar en el mapa. Se supone que tenemos que extender nuestro poder político-militar por las diferentes provincias del gigante país asiático.
El juego se juega a tres rondas. En cada una, cada jugador recibirá un encargo, un edificio a construir. Y lo iremos construyendo secretamente, detrás de una pantalla. Cuando acaba cada ronda, será el momento de revelar nuestro edificio y puntuarlo, y es que cada edificio puntuará de una forma según qué materiales hayamos usado y cómo.
Al abrir la caja del juego, que por cierto es muy cuca, veremos un tablerillo (impreso a doble cara), cartas, tokens de cartón, cubitos en cinco colores, y el manual de reglas. Pues en este juego no han perdido tiempo siquiera en hacernos una introducción a un mundo ficticio ni nada por el estilo. Aquí cada jugador intenta extender sus ejercitos (sí, los cubitos) todo lo que pueda por el mapa.
Asistimos a un nuevo cambio sustancial en las ilustraciones. En cuanto al estilo de las ilustraciones, vedlo por vosotros mismos. Cartas muy, muy bonitas, que chocan de lleno con los colores y estilo empleados en la expansión anterior. A mi modo de ver, esta expansión es una especie de acercamiento a los dibujos del original.
Como veis, este juego tiene bastante solera. De hecho, el juego salio por primera vez con otro títutlo, aunque poco después se le adaptaría el tema y el título al que hoy nos toca. En cuanto a la estética de las cartas, se ha dicho de todo la verdad. Para mi gusto, son algo sobrias, pero no son desacertadas. ¿Que podrían haber sido más bonitas? Por supuesto, no lo dudo.
¿Los componentes del juego? De bastante buena calidad. Un tablero rectangular de buen grosor, losetas muy correctas, cubos de madera, cartas tamaño mini euro adecuadamente ilustradas y billetes para el dinero, que sin duda son lo peorcillo de la edición, al ser un poquillo frágiles. Aunque como podéis ver, no es un juego de colores vivos.
Los componentes del juego vienen en una caja cuadrada. Y trae mucho, mucho aire. Trae ochenta y ocho cartas objetivo, una bolsa de tela para los veintitrés tokens de cartón, una bolsita con cincuenta quecos (legiones romanas), doce cartones recompensa (que son los que se colocarán en el centro de la mesa), y una libreta llena de hojas para las puntuaciones a final de cada partida.
¿Los componentes del juego? Pues buenos, correctos. Tampoco es que el juego tenga una gran cantidad de componentes. Trae más bien poquilla cosa, pero lo que trae es bueno; un tablero, cuantiosos cubitos en cinco colores, unas losetas circulares (las fichas de bonus) de cartón, y los cinco tablerillos individuales (de muy buen cartón).
En cuanto a componentes, muy bonitos (y obviamente, encarecen el precio del producto). ¿El tema del juego? Una vez más, pegado. Se supone que cada jugador representa a una tribu que intentará ser la que sobreviva y alcance la gloria en la mítica tierra de Aztlán. Dicho esto, apreciaréis ya desde la portada del juego que se ha optado por darle una estética "a lo maya-azteca".