Un juego de tablero de gestión de recursos para dos a cinco jugadores en el que tendremos que convertirnos en el maestro de obras con más prestigio de todos mediante la edificación tanto del castillo, como de los edificios que van apareciendo a lo largo del pueblo, que pronto será ciudad.
Empecé con una tremenda ilusión al hacerme con él, por su tema, su estética y la calidad de sus componentes, para pasar después a una importante decepción en los primeros testeos de juego hasta llegar a conquistarme definitivamente en las últimas partidas jugadas a dos jugadores, que es como este juego se disfruta realmente.
Es un juego de estrategia en el que los jugadores se dividen en dos bandos: continentales (habitantes de las trece colonias que buscan su independencia de Gran Bretaña) y el ejército británico. Cada uno de estos bandos está dividido en dos facciones: regulares continentales y patriotas por un lado y regulares británicos y lealistas por otro.
El elemento central del juego son las cartas de personaje, de ambos sexos y diversas profesiones y nacionalidades, que conformarán nuestra mano-reserva de amigos de la familia. Podremos utilizar estas cartas incorporándolas a nuestra familia mediante matrimonios con otros miembros, obteniendo así las recompensas que indica cada carta; o descartándolas como pago de otras acciones del juego.
Sé que decir esto me quita puntos de estatus en el olimpo de los jugones, pero para mí una parte fundamental de la experiencia a la hora de ponerme frente a un juego es el factor estético: por ejemplo, aún no he jugado a "Brass" a pesar de su, estoy seguro, más que merecida fama porque en el momento en el que veo lo horrendo que es el tablero siempre recuerdo que tengo algo importantísimo que hacer en cualquier otro sitio.
Ojocuidao: a primera vista, cuando uno ve la caja de este juego, incluso al abrirla y ver lo que hay dentro, se puede formar impresiones equivocadas: sí, estamos ante un juego de ambientación fantástica con cientos de figuritas de plástico que representan a distintos tipos de combatientes y que va de amasar ejércitos, aniquilar monstruos y obtener gloria y honor. Pero no penséis ni por un momento que nos vamos a encontrar con otro Descent o Battlelore
Un juego basado en una serie de cortos y cómics de ambientación steampunk, algo que se ha trasladado al título que nos ocupa otorgándole un acabado visual más que llamativo. Nos encontramos ante un juego de mayorías que estaría a medio camino entre un eurogame y un ameritrash. Los jugadores se enfrentaran entre ellos para ser los mejores colonizadores.
Esa sencillez mezclada con estrategia táctica y algo de wargame, que vino de manos del señor Richard Borg, sigue intacta, pero es que además en esta ocasión se han sumado entre otros los ingenios de los amigos Konieczka y Kouba y el resultado es espectacular. Las novedades son las justas y necesarias para que el juego mejore.
Hay un hecho, una ley natural, que dice que tarde o temprano todo jugador top de "Magic: El Encuentro" va a acabar o bien pasándose al póquer o bien diseñando un juego de construcción de mazos. De lo primero no voy a hablar de momento, aunque es algo que da que pensar; pero lo segundo me interesa y tiene su porqué: al fin y al cabo, tanto los juegos de cartas coleccionables como los de construcción de mazos tienen muchas cosas en común.
Con un reglamento muy sencillo y una mecánica de juego que no os llevará más de dos minutos explicar, este juego se convierte gracias a su simpático tema, su funcionamiento y su ajustada duración, en un estupendo juego familiar. Primero de todo prepararemos los mazos según el tipo de carta, pues a medida que avance la partida se irán descubriendo cartas del mazo que corresponda.
Las cartas están numeradas y clasificadas por colores, y en su turno cada jugador debe jugar una carta de su mano de mayor valor que la previamente jugada, formando así una secuencia ascendente de cartas, y moverá su barco según el color de dicha carta: un nuevo color en la secuencia moverá el barco en diagonal, un color repetido moverá en linea recta, y siempre hacia delante.
Me tenían con el hola. El universo de "Warhammer 40.000" me ha fascinado desde que mis pobres padres, sin saber que estaban criando a un friki en potencia, me regalaron un "Cruzada Estelar"; y sigo guardando varias ediciones de los reglamentos, tanto del juego de miniaturas como de los de rol, como oro en paño, desde aquel mítico "Rogue Trader".
En la China de hace 2000 años, competiremos por conquistar la mayor cantidad posible de territorio, fundando nuevas provincias y construyendo pagodas como muestra de nuestro poderío. Por turnos, los jugadores colocarán una loseta y robarán otra. Al colocar la loseta podrán activar diversos efectos: crear una provincia, ampliarla, crear una gran provincia, conectar una aldea o conquistar provincias y aldeas rivales.
Si estás mínimamente interesado en el mundillo de los juegos de mesa, te parecerá raro no haber estado viendo cosas sobre este juego por todas partes: es un juego de los autores de cosas como "Cyclades" o "Mr. Jack", con ilustraciones de Vincent Dutrait, ¡y va de piratas! Y, sin embargo, ahí lo tienes, más o menos ignorado, puesto en alguna que otra tienda con su caja tan cuca.
Voy a ser sincero: no tengo ni idea de cómo empezar esta reseña, como tampoco tenía ni idea de qué esperar de este juego. Todo lo más había visto imágenes de él y su estética burtoniana y había leído algunos comentarios de los que deducía que era una especie de juego de contar historias. Bueno, me dije, vengo del mundo de los juegos de rol, así que vamos allá.
Con unas reglas muy sencillas y una duración más que ajustada, con una puesta en mesa muy visual y muy apto para introducir a nuevos jugadores a este género dentro de los juegos de mesa. aquí los jugadores se ponen en la piel de diferentes razas, cada una de ellas con sus propias habilidades, tenemos un total de trece, así que ya podéis imaginar la buena rejugabilidad.
En la mayoría de juegos el factor escapista está muy presente, y si preguntas a gente por qué juega siempre encontrarás más de un caso en el que la respuesta sea "juego para vivir otras vidas" o algo incluso más cursi si cabe. Algo de verdad tiene que haber cuando empezamos a mirar en los catálogos de novedades y vemos que se nos invita a ser magos, elfos, emperadores, magnates, generales, aventureros, piratas, ninjas, exploradores, almirantes...
En este juego somos... espera que lo mire... ah, sí, legati Augusti, representantes de Augusto, el primer emperador romano, y estamos intentando mantener el imperio unido enviando nuestras legiones a las distintas provincias y usando nuestro poder e influencia para atraer a poderosos senadores a nuestro lado, todo ello mientras competimos por el favor del emperador.
Hace unos meses hubo una especie de fiebre por este juego, básicamente por el hecho de que a todos nos mola cuando encontramos algo que nadie parece conocer y nos erigimos en paladines divulgadores de la santa palabra lúdica. Que si era el familiar definitivo, que si hacía obsoleto a "Catan", que si qué kawaii y qué indie es todo.
Lo que han hecho es pasar a tablero un juego digital. Su sistema de turnos, puntos de vida, puntos de movimiento, puntos de acción, líneas de visión, alcances, etc, que además se jugaba sobre un tablero de casillas, lo hacían, ya desde un primer momento, un juego totalmente llevable a cartón.
Éste es un género que podríamos decir que está saturado, hay realmente muchos diseños que ofrecen prácticamente lo mismo. Ya sabéis, cada jugador lleva a un héroe con diferentes características y habilidades y deben cooperar juntos para resolver una misión, donde se les presentarán obstáculos como monstruos y trampas, también hay tesoros y objetos.
Nos enfrentamos a los desafíos de la Edad de Piedra, buscando desarrollar nuestro poblado mejor que el de nuestros vecinos en todos los ámbitos: construcciones, caza, agricultura, población y civilización. Por turnos, los jugadores colocan a sus trabajadores en diferentes partes del tablero, después resuelven las acciones donde estuvieran colocados sus trabajadores.
El juego es muy simple y solo hay que tirar dados para obtener determinadas combinaciones que nos permitirán conseguir cartas y puntos de victoria, pero es divertido, sencillo, rápido y genera bastante interacción entre jugadores (que intentarán robarse cartas). Ahora, si quieres pensamientos profundos, busca otra cosa.
Allá por 2003, Michael Schacht sacó el ya clásico "Coloretto", un juego de cartas ligero pero con muy mala leche en el que tratábamos de conseguir puntos en tres colores de cartas, mientras que los demás colores nos restaban puntos. El juego estaba muy bien, y llegó a aparecer en la lista de recomendados para el Spiel des Jahres de aquel año.