Este corto juego de mesa consiste en, tras un número de rondas determinado que depende del número de jugadores, poseer más puntos de victoria que nuestros oponentes. Dichos puntos los conseguiremos dominando partes del mapa y mediante la colección de diversos recursos que vendrán indicados en las cartas que usaremos durante el juego.
Hace más de diez años, cuando salió la primera versión de "BANG!", muchos nos lanzamos a ella como locos. El aire de spaghetti western, el punto de faroleo, azar y competición y, sobre todo, lo sencillo que era y la cantidad de gente que podía acoger lo hacían un valor seguro en reuniones de amiguetes, sobre todo si se añadía alcohol a la ecuación.
Su mecánica es simple y aunque incluye varias variantes del juego a las que llama minijuegos, el objetivo no será otro que ser el más rápido en descubrir cuál de los símbolos que aparecen en las cartas, es el que se repite. Estos minijuegos aportan algo de variedad, que se agradecerá de cara a la rejugabilidad.
Dos exploradores compiten por ser los que más lugares descubran en diferentes zonas del mundo. Cada turno, jugaremos (en orden creciente del dos al diez, incluyendo multiplicadores que deben jugarse primero) o descartaremos una carta de un determinado color y robaremos otra. Cuando se agote el mazo de robo se acaba la ronda.
Después del tremendo pelotazo de "Magic: El Encuentro", a mediados de los 90 todo el mundo quería montar su propio juego de cartas coleccionable. Salieron cientos de ellos y, uno tras otro, se fueron estampando contra el gigante editorial. La gran mayoría de ellos eran más malos que pegarle a un padre: un producto de las prisas y del querer apuntarse al carro.
Consigue el equipo necesario para huir, negocia con otros oficiales y planea tu escapada, o representa al bando alemán y frustra los planes de fuga de los enemigos del Reich.
En el juego somos exploradores que competimos por llegar los primeros a la costa estadounidense del Pacífico siguiendo una ruta prefijada entre ríos y montañas. Para conseguirlo nos ayudaremos de personajes con habilidades particulares, indios nativos y pertrechos varios que iremos recopilando por el camino (es decir: cartas, trabajadores y materiales).
Somos dos especieros en un barco, compitiendo por tener nuestros condimentos a salvo de las ratas y más ordenados que nuestro rival. En nuestro turno podremos colocar dos losetas en contacto con otra que ya esté sobre la mesa o incluso encima. Si conseguimos juntar dos o más especias iguales de nuestro color, conseguiremos puntos.
Las cartas estarán divididas en tres religiones: cristiana, judía y musulmana, y a su vez, en distintos sectores de influencia, que podríamos decir que son como oficios. Estos sectores de influencia son ciencia, comercio, cultura y religión. Además hay que sumarles un sector comodín, que es el de la nobleza, que podremos usar en el sector del tipo que elijamos.
Hoy vamos a reseñar un juego cooperativo basado en el mundo de H.P. Lovecraft, que a pesar de tener ya unos años ha pasado un poco desapercibido, a la sombra de "Arkham Horror". Como cooperativo, los jugadores colaboran para derrotar al juego, cerrando todos los portales dimensionales y expulsando al Gran Primigenio de R'yleh.
Los jugadores adoptarán el papel de aventureros atrapados en el desierto. Allí, deberán luchar para sobrevivir a las fuertes tormentas de arena y sed con el objetivo de encontrar una serie de piezas enterradas en el desierto para recuperar y construir una legendaria máquina voladora que se alimenta de energía solar y que será su única vía de salida.
Voy a confesar que cada vez me dan más pereza los juegos con ambientación mazmorrera. En un principio eran un soplo de viento fresco entre los innumerables juegos de trenes o comerciantes europeos del siglo XVII; pero de un tiempo a esta parte se está convirtiendo en un "tema comodín" y da una sensación de poca imaginación por parte de los diseñadores.
Lo más destacable en este aspecto es su cantidad de guiños a series y películas, ya sean anime, pelis de bajo presupuesto o simplemente topicazos que podemos ver en la pequeña y gran pantalla. La cuestión es reirnos de los propios personajes que estamos usando en los conflictos y de las mismas situaciones que se dan gracias a las cartas de evento.
La exploración y conquista del continente norteamericano está llena de historias a medio camino entre la novela picaresca y la epopeya, y una de las más famosas es la historia de la expedición de Lewis y Clark para cruzarlo de costa a costa. Irónicamente, este momento clave en la historia de Estados Unidos ha sido llevado al tablero en forma de un eurogame de libro.
En los muelles de Shanghai, los capitanes Ramón "el Dado" y Michael "el Terrible" compiten por reclutar la mejor tripulación posible en una partida de dados llena de trampas. Pocas reglas y sencillas. El manual además contiene ejemplos para despejar cualquier duda y se juega en unos veinte minutos.
¿Cuál es, exactamente, la diferencia entre un juego y un juguete? ¿Cuándo dejamos de explorar y disfrutar para convertirnos en solucionadores de problemas? ¿Son ambas sensaciones mutuamente excluyentes? En los juegos sociales solemos encontrar que la barrera muchas veces es difusa. Lo curioso es que esa distinción nos llega con el tiempo.
El juego viene muy bien presentado en una caja de pequeñas dimensiones, pero que trae lo necesario para horas y horas de batallas galácticas. Desde el primer momento se ve el mimo que han puesto en su presentación. Incluso antes de abrir la caja, ya empezamos a emocionarnos con la ilustración de portada.
El juego contiene diversos objetivos finales para lograr la victoria (salir de la ciudad por diversos medios o caminos o bien destruir a todos los zombies). Durante la noche hay que resistir tras las barricadas las oleadas de zombies. Durante el Día es el momento de ir avanzando por la ciudad hacia la salida.
El objetivo será conseguir más puntos que nuestros adversarios, para ello deberemos transportar los gigantescos Móais desde la cantera hasta los diferentes puntos esparcidos por la isla, cuanto más lejos se encuentre el altar de la cantera, mayor será la recompensa. Para ello cada jugador tomará el control de una de las cinco tribus que pueblan la isla.
Se ganan puntos por recoger y coleccionar elementos, alcanzar el paso del noroeste, volver a puerto, cartografiar islas completas, etc. Se puntúa durante la partida y al final de la partida. En cada ronda los jugadores se alternan activando sus tripulantes para realizar diversas acciones: robar losetas, colocar losetas, mover el barco/trineo, transferir tripulación del barco/trineo, recoger elementos, etc.
Si bien no el más duro de los juegos de su autor, sí el que más aficionados tiene, y el máximo exponente del género conocido como ensalada de puntos, tanto para lo bueno como para lo malo. Es un juego que ocupa un puesto bastante alto en casi cualquier clasificación, y un clásico cada vez que alguien busca una recomendación para un juego de escuela alemana ligero.
El juego viene presentado en una caja de tamaño medio, que no nos costará ubicar y todo está ilustrado con unas simplistas, pero simpáticas ilustraciones de los animales en diferentes aptitudes. Estos, deberán avanzar por un tablero con casillas representadas por las rayas del lomo de una cebra de impresionantes proporciones.
En este juego los jugadores toman el papel de un equipo de jardineros, los cuales quieren que sus flores sean las más vistosas del jardín, y es por ello que intentarán plantar más que sus compañeros. Nos encontramos ante un juego de mecánicas sencillas y muy apto para todos los públicos, las reglas se explican en dos minutos.
Un dragón ha caído en la trampa que colocaron tres enanos que le aguardan armados para derrotarlo. El dragón tendrá que escapar o acabar con los enanos antes de que éstos acaben con él. En su turno, los jugadores podrán robar y/o jugar cartas de su mazo para mover a su personaje por el tablero o atacar.