Uno de los mayores cambios es que en esta nueva edición se ha reducido el tamaño de la caja... ¡la mitad de la caja original! Algo muy de agradecer en nuestras siempre saturadas estanterías. Pero esto no tiene que asustar, porque ¡el juego seguirá ocupando el mismo espacio en la mesa!, y según anuncian, el número de componentes no va a cambiar.
Inicialmente, tu objetivo es escapar junto a otros supervivientes de una ciudad infectada por zombies, ya sea usando un puente situado al otro extremo de la ciudad, un helicóptero o una barca. Por ahora, 100% colaborativo. ¿Problema? Las plazas en el helicóptero (si es que las hay) y en la barca pueden no ser suficientes para todos los jugadores...
Empezamos por la caja, que nos parece buena, y además la ilustración y el colorido te hacen meterte en la temática totalmente, es muy bonita. Pequeñita y manejable. Sin embargo, al abrirla te encuentras que no hay compartimento ninguno, y tenemos por un lado la bolsita con las cartas y por otro los cartones para destroquelar. Tanto una cosa como otra podría haber estado más cuidada.
Se trata de un juego de acción simultánea, donde se combina la agudeza visual y mental. Últimamente estoy reforzando mi ludoteca con estos juegos. De momento llevo un par de partidas a seis jugadores y son de los juegos que con sólo leer las reglas o explicarlos ya sabes que van a triunfar. Un juego de los que hay que tener para calentar la mesa o en sesiones con no-jugones.
Con un coche se va recorriendo la ciudad, desde el puerto y hacia el puerto, siempre por el mismo camino. En cada turno se avanza un espacio, pero los jugadores con dinero pueden mover el vehículo las casillas que quieran, para así visitar a unas personas u otras según qué recursos necesiten. Además, estos cubanitos que están al borde del camino esperando desesperadamente una visita son tan agradecidos, que te permiten visitar los edificios de la ciudad de su color asignado.
Antes de ponernos a jugar tendremos que hacer manualidades, no os preocupéis, simplemente pasaréis un rato entretenido enganchando las pegatinas numeradas en la parte frontal y posterior de nuestros queridos villanos, hay un total de cuarenta y ocho villanos, once para cada jugador y cuatro odiosos monjes, a dos pegatinas por meeple.
No es ningún juego nuevo. Es un party-game que se ha ganado el corazón de muchos jugones (y entre ellos el mío) desde que salió al mercado, y gran parte de la culpa la tenían esas maravillosas ilustraciones. ¡Me parecen impresionantes! Claro está que se nota que son de otro autor. Hablar de las diferencias gráficas-dibujiles me resulta bastante complicado.
Somos un grupo de vaqueros en un pueblucho del lejano Oeste, que por no tener no tiene ni su zarza rodante, que deciden jugar a los dados para obtener toda clase de bienes. Se trata de tirar dados de póker, y en cada ronda quedarte uno gratis, o pagar para quedarte más o no quedarte ninguno, con lo que en un máximo de cinco rondas cada uno tendrá su jugada.
Las materias primas, especialmente la madera, son muy bonitas - y la sensación de tener realmente madera, piedra o mineral en las manos es creíble. Los trabajadores, sin embargo, son figuras genéricas (cuadrados, círculos y pentágonos), en los que se colocan pegatinas. Esta necesidad de colocar las pegatinas es laborioso, y hace que se tarde en disfrutar de la primera partida.
El bambú es muy bonito, y tiene incluso un pequeño dibujo que al creciendo uno sobre otro y hacer que coincida queda muy simpático. También son bonitas las parcelas, diseñadas a modo de hexágonos, y las figuras del jardinero y del oso panda, que vienen ya pintadas. Quizá lo único que se puede criticar es que los marcadores de acciones no son fáciles de distinguir uno de otro.
Somos un grupo de pingüinos de caza en los témpanos de hielo. Cada témpano, representado por una loseta, te da un número de peces, los cuales coges cuando te marchas a otro témpano. Tus movimientos son siempre en línea recta, siguiendo las caras de un hexágono que es el témpano, y te paras cuando quieres, pero siempre en recto.
En esta ocasión somos monjes que estamos montando un monasterio molón, a base de deforestas, cual Aníbal, todo a nuestro paso. En este juego, en cada ronda tenemos la opción de colocar a nuestros curritos, creyentes ellos, en nuestros edificios para hacer acciones, o bien contratar a los monjes de los demás para ocupar sus edificios, o podemos construir edificios de los disponibles para todos.
Nos echamos fácilmente unas ocho o nueve partidas, y es que no quería parar. Una cosita más, las primeras partidas no nos atreviamos a tirar cartas y es que siendo nuevas ¡dan mucha pena tirarlas!, pero al final las empezamos a tirar. Las enfundaré y listo. ¡Gracias por descubrirlo!
Un juego de identidades ocultas con el que divertirte despistando a los demás exploradores y haciendo que tu explorador consiga la gloria. Un magnífico filler para disfrutar con jugones y no jugones ya que dada su sencillez cualquiera puede enterarse del juego en apenas un minuto e incluso ganar.
Se parece más a los party de toda la vida, un juego de preguntas y respuestas, sobre animales. Su mayor novedad es la presencia de un tablero donde responder todos a la vez, y donde no sólo por acertar puntúas, también puntúas si te acercas. Ya sabes, la típica respuesta de "pues me suena que este bicho es de Sumatra", y clavas un cubito de respuesta en el mar que rodea la zona.
Somos una familia de supervivientes metiditos en nuestra casa. En la primera fase del juego debemos ir cogiendo por orden el menaje del hogar: madera para barricadas, supervivientes, comida y agua, un fusil, una ballesta, gasolina para el hornillo. Y una vez equipados hasta el último hueco de la casa, empiezan a llegar los zombies.
En el tablero principal se encuentran los dieciocho personajes a los que podemos influenciar para obtener sus beneficios. Éstos van desde ganar puntos de victoria, conseguir recursos, aumentar nuestras defensas o descubrir a qué amenaza deberemos hacer frente al final del invierno. El juego transcurre a lo largo de cinco años en los que pasaremos por diferentes estaciones.
El juego viene con bastantes componentes en forma de tokens, cartas y fichas de personaje, añadiendo además los soportes para los personajes y las navecitas. Nada de madera. La calidad está bien. En general es un juego "oscuro" de estética sombría (será lo que tiene pulular por el espacio de planeta en planeta), y te tiene que gustar mucho la temática o el tema Battlestar para que te guste el tablero.
De precio similar y caja más pequeña, esta segunda edición apuesta por pisar fuerte en el mercado y soslayar los contras de su predecesor... ¿Lo logrará sin perder calidad, emoción y la esencia del juego? Lo tendremos que ir viendo. De momento os dejamos nuestras primeras impresiones a la vista de la partida de demostración, y lo que desde nuestro punto de vista, se alzan como los principales pros y contras.
Somos magos, que con nuestros dados iniciales, obtenemos gotitas de magia que usamos para conseguir nuevas criaturas y hechizos, con los que aumentamos nuestra bolsa de hechizos, buscando que nuestras criaturas invocadas sean capaces de aguantar un turno para que nos proporcionen gloria. Y es que eso es lo que tienen que aguantar, un turno.
Lo primero que haremos será expandir el poblacho actual, con cuatro muertos de hambre en tenderetes, hasta transformarlo en una urbe con su especulación y su trapicheo, aunque conociendo al preboste, lo de el mangoneo era algo que ya les venía tocando. Es abstracto, sí, pero el rollito del castillo y demás pues hace que no sea tanto.
Ganará aquel jugador que más monedas haya conseguido acumular al final de la partida. Para lograr esto cada uno tendrá a su disposición dos campos y una mano inicial de cinco judías para plantar. Cuando en uno de nuestros campos tengamos plantadas varias cartas de la misma variedad entonces podremos recogerlo y obtener las monedas indicadas.
Este juego es un enfrentamiento entre magos, que extraen energía de la tierra para poder invocar criaturas, lanzar hechizos y generar artefactos, con la única idea de cascarle al otro mago veinte puntos de daño, o diez contadores de veneno, o dejarle sin cartas que robar de su biblioteca.
Este juego tiene cuatro componentes, cuya descripción no da para una larga parrafada. Tenemos los ocho vagones de colores para guardar los diamantes (son de calidad, funcionales y hasta bonitos); los diamantes en sí (muy llamativos); las secciones de mina (funcionales) y los ocho hombrecitos mineros que guardar en la mano para indicar si seguimos o no adelante (divertidos con su fedora).